En el funcionamiento normal de nuestro organismo producimos residuos que se eliminan por la orina o las heces. Los residuos del funcionamiento de nuestra actividad cerebral son unos deshechos neurológicos que eliminamos con nuestros sueños.
Tengo un sueño recurrente en el que me encuentro en un corto túnel y en el que me veo a mi mismo tal y como soy en un extremo. Miro al extremo opuesto y también estoy, pero como a mí me gustaría ser, más alto, más guapo, más inteligente, vamos la versión mejorada de mí mismo (mi superyó).
En un primer momento mi “yo real” siente una alegría enorme de verme con tan mejoradas cualidades pero, pasados unos segundos, siento que estoy traicionándome a mí mismo de forma imperdonable. Mi yo real le recrimina a mi “yo perfecto” el porqué de esta traición.
Este sueño lo interpreto como una evidencia de la existencia del ego, del yo y del superyó de Sigmund Freud, el creador de psicoanálisis.
¿Tenía razón Freud cuando achacaba todos nuestros miedos actuales a traumas infantiles? ¿Es un adulto tímido porque de pequeño se burlaron cruelmente de él en público? ¿Es acaso miedoso porque de pequeño lo encerraron en un cuarto oscuro? ¿Siente que le falta el aire de adulto ante una situación de estrés porque de pequeño le sumergieron en una piscina y sintió la agonía cuando ya no podía respirar?
O contrariamente a lo anterior, ¿es la genética la que determina todo tipo de anomalías?