¿Tiene sentido una vida infinita?
Mi mujer, Ana, de vez en cuando me dice: “No me quiero morir nunca”. Y yo, después de pasados unos segundos, le contesto: “Vivir eternamente puede ser el mayor de los castigos”. Perpetuar los mismos problemas, los mismos pensamientos, los mismos hábitos, los mismos dolores… y le hago alusión a la famosa película “Los Inmortales”.
A continuación le pregunto si lo hace extensivo a todos los seres queridos que le rodean o quiere ser inmortal sólo ella.
Porque si es inmortal sólo ella tendrá que ver cómo se extinguen sus padres, sus hijos, Jordi Hurtado e incluyo yo mismo. Entonces duda y no sabe qué decir… Se queda pensando con cara de desconcierto.
Dicen que no hay en la vida nada más doloroso que la pérdida de un hijo y que, por tanto, ningún padre o madre debería sobrevivir a sus hijos. Luego la inmortalidad es un problema desde el principio.
Es un problema más psicológico que médico. No creo que la medicina tarde demasiado en disparar la esperanza de vida de los humanos -bueno, de alguno de ellos que lo pueden pagar–. Con las terapias génicas, células madre, etc. acabarán con todas las enfermedades, incluidas el temido cáncer y, por tanto, sólo falleceremos por accidentes, suicidios, asesinatos y demás causas traumáticas.
Desde siempre he sentido admiración por los ancianos. Desde muy joven los he observado con atención y me he preguntado cómo afrontan lo que es evidente, que son los últimos años de su vida. Los miro fijamente a sus ojos para intentar entrar en sus pensamientos.
Ahora, muchos años después, ya sé lo que quería saber.
Los ancianos, y casi nadie, en su día a día no piensan en su muerte. Sí, han dedicado parte de su tiempo a pensarlo en algún momento puntual, pero ya está, se resignan y lo asumen con naturalidad.
Supongo que llevan sabiendo que se tendrán que morir algún día desde que tienen uso de razón y han tenido tiempo de sobra para resignarse, asumirlo, o incluso, en muchos casos, desearla, porque ya, dicen, están cansados. Pero me pregunto, ¿cansados de qué? ¿Se puede uno cansar de vivir? Desde luego algunos ancianos se refieren simplemente a cansancio físico, ya que su organismo ya no les responde. Tienen dolores continuos y están muy limitados. No pueden con su cuerpo.
Pero lo que me interesa es la parte emocional. ¿Se puede estar cansado psicológica y mentalmente? Que yo sepa la mente y los pensamientos no duelen. Bueno, el dolor de cabeza sí que existe, pero voy a encuadrarlo dentro de los dolores del organismo. A lo que voy es que si un estado de conciencia mantenido durante años y años también puede cansar.
Y, ¿tiene que ver con la depresión, desgana, apatía, falta de interés por todo, falta de ilusión? Me acaba de surgir la siguiente paradoja. Antes argumentaba que una vida infinita no tiene sentido vivirla –pero nadie lo ha probado-, lo que sí sé es que muchos ancianos ya no tienen interés en vivir porque no les “cabe” en el tiempo que les queda un Proyecto de Vida.
Si supiéramos que disponemos de tiempo infinito ¿haríamos planes de futuro? ¿Nos marcaríamos metas? ¿O tenderíamos siempre a posponerlas para más adelante?
En el caso de que viviéramos infinitamente, ¿estaría el suicidio mejor visto? Tendría más legitimidad de la que tiene hoy en día.
Lo triste de todo ello es que la edad no da sabiduría en la mayoría de los casos. La supuesta experiencia adquirida con el paso de los años está sobrevalorada.
Que alguien tenga una especial destreza en hacer algo porque lleva toda la vida haciéndolo no significa, necesariamente, que lo haga casi perfecto. Puede que lleve toda la vida haciéndolo mal. La sabiduría en el conocimiento no se alcanza con el simple pasar de los años teniendo una actitud de indiferencia.
Para alcanzarla hay que estar constantemente aprendiendo y disponer de buena memoria. Que nuestros padres y abuelos estén, la mayoría de ellos, muy lejos de ser sabios no es tan desilusionante como el hecho de que tampoco lo son en el aspecto social o personal.
Por lo que yo he visto hasta ahora tampoco, en general, el paso del tiempo imprime a las personas cualidades como el sosiego, paciencia, saber estar, amabilidad, suavidad en los modales, tolerancia, etc. Lo que en muchos casos he conocido son personas mayores vanidosas, bruscas, de vuelta de todo, groseras, malhumoradas, déspotas e injustas.
Morir… ¿cómo es? ¿Es como un televisor cuando se apaga?
La vida es en esencia la consciencia… Cuando nos morimos ¿nuestra consciencia desaparece de inmediato? ¿o permanece un tiempo más?
¿Dónde reside la consciencia?. Para mí es evidente que en el cerebro. Es algo que surge, seguramente, de la actividad eléctrica de las neuronas, las células del cerebro.
Una vida infinita no creo que tenga sentido, pero si es finita, como lo es, tampoco lo tiene. He pensado mucho sobre ello, de forma recurrente y desde distintos estados de ánimo. La conclusión es siempre la misma… Si es finita y, para colmo, su fin es incierto en el tiempo, no tiene sentido la vida.
Lo anterior es una conclusión desde un punto estrictamente existencial, pero curiosamente la vida es algo más que el existencialismo. La vida es siempre algo más que todo.
Quizás lo que más me ha preocupado en mi vida es encontrar un motor, una motivación para vivirla. Esta preocupación me surgió sobre los 30 años. Antes los objetivos a alcanzar eran obvios. Primero empezamos con el objetivo de terminar los estudios primarios, luego los secundarios y al final tenemos la ilusión de concluir la Universidad. Después de esta anhelamos encontrar trabajo y pareja, y a continuación alcanzar una estabilidad económica a la vez que dominamos nuestra profesión.
Cuando reparé empecé a tener miedo de que me faltase una razón para vivir. Siempre he mantenido la teoría que, de forma consciente o inconsciente, soslayamos esa dificultad con los hijos. Oh, por Dios, uno por los hijos lo tiene todo por hacer y una causa sólida por la que luchar. El tener hijos es, por tanto, un acto de puro egoísmo y a la vez de gran generosidad.
Frase final:
“La muerte es algo que no debemos temer porque, mientras somos, la muerte no es y cuando la muerte es, nosotros no somos”.
(Paráfrasis de Epicuro).