Porque carecemos de la dosis necesaria de Inteligencia Emocional (IE). Esta contiene a su vez dos caras:
- Inteligencia Intrapersonal
- Inteligencia Interpersonal
La Inteligencia Intrapersonal
Enfoquemosnos a nuestro ser interior. La inteligencia intrapersonal nos ayuda a conocer e interpretar nuestros sentimientos y emociones, es decir, qué sentimos y por qué los sentimos. Saber lo que nos ocurre es el primer paso para intentar gestionarlo. Sentir odio, tristeza, frustración, rabia, melancolía, desazón, nostalgia, pena, etc. ante ciertos acontecimientos es normal. De lo que se trata es de averiguar la causa de ese sentimiento, entenderla, asumirla, e intentar convivir con ello sin que nos cause un perjuicio mayor.
Por ejemplo, en caso de sentir odio hacia alguien podemos recordar la frase: “El odio corroe al que odia y no al odiado”. Esto nos puede ayudar a entender que este sentimiento nos hace daño sólo a nosotros y que no nos aporta nada objetivamente. Dirijamos nuestro pensamiento en otra dirección. Sobrepongamos sobre el sentimiento de odio nuestra inteligencia emocional intrapersonal y nos daremos cuenta de que lo mejor es ignorar lo sucedido, evitar la venganza, y continuar con nuestra vida sin volver nunca a pensar en lo sucedido. Se puede conseguir con cierto entrenamiento interior.
La falta de felicidad está causada en muchas personas por el miedo a mirar a su interior obsesionándose con vivir hacia el exterior. Rellenan todo su tiempo de tareas que hacer que no les deje tiempo para nada más. De lo que realmente huyen es de sí mismos, de pararse mirar a su interior. En nuestro interior reside el dolor de muchas personas y el miedo al dolor nos paraliza. Los humanos somos bombas psicológicas andantes. Tenemos miedo a la muerte, miedo al dolor, miedo a las pérdidas de seres queridos.
En nuestro interior residen nuestros complejos, nuestros traumas, nuestros conflictos sobre el bien y el mal. El infierno lo llevamos en nuestra alma. Por eso evitamos pensar y preferimos que las tareas que nos ocupan en el día a día nos arrastren hasta el fin de nuestros días en una huida constante hacía delante.
Es un grave error evitar reflexionar, porque ese día llegará – nuestro último día de existencia- y ya no podremos evitar durante más tiempo enfrentarnos a nuestros miedos. Algunas personas invierten parte de su tiempo diario, aunque sea un par de minutos, a pensar y reflexionar, entre otras cosas, en su muerte. Estas personas dicen no tenerle miedo a la muerte porque ya lo han digerido en pequeñas dosis y poco a poco a lo largo de su vida. Estas personas tienen presente que: “La vida es lo que te pasa mientras haces planes de futuro”.
Vivimos en un mucho lleno de estímulos y que nos empuja a vivir a gran velocidad y realizar gran cantidad de tareas casi a la vez. Si no estás ocupado no eres un triunfador. Si no te suena el móvil cien veces al día no eres nadie. Todo lo anterior nos produce ansiedad y estrés.
Pues bien, hay que parar de vez en cuando, quedarse quieto, callarse y respirar tranquilamente. El silencio purifica el alma, la quietud y una tranquila respiración también. Hay que buscar descanso, sosiego, un buen dormir, silencio y poco a poco nos iremos liberando del estrés. Estás paradas las podemos hacer en nuestro día a día cuantas veces podamos en la forma que nos sea posible. En una jornada de trabajo quizás no podamos hacer una parada para dormir, pero sí podemos ir a una reunión andando despacio, evitando hablar por teléfono, y respirando tranquilamente. Si llega la hora de comer, podemos intentar comer solos, para buscar una vez más el silencio y la calma. Todo lo anterior es mucho más eficaz si lo acompañamos de pensamiento positivos.
Es un error cargar la agenda de eventos hasta que no quede un minuto libre. Al revés, pocas reuniones, los mínimos viajes, y más tiempo para trabajar en modo stand-bye.
Previsualizar un hecho al que tengamos que enfrentarnos imaginándolo que lo hemos resuelto de forma eficaz y airosa ayuda que la realidad termine siendo así. Una previsualización positiva de momentos que nos preocupa influye mucho en que terminen saliendo bien. Es el Efecto Pigmalión o de la Profecía Autocumplida.
Ante una entrevista de trabajo, una exposición y defensa de un informe ante nuestros jefes, una conferencia a un público numeroso desconocido, etc., nuestra inteligencia emocional puede venir en nuestra ayuda para que nos imaginemos a nosotros mismos tranquilos, con soltura, gustando al público y captando su atención. Si lo previsualizamos así será más probable que ocurra.
Ahora bien, lo que realmente garantiza el éxito en muchos de los casos anteriores es una buena y exhaustiva preparación, así como muchas horas de ensayo y entrenamiento. Lo de evitar el nerviosismo y el aumento descontrolado de los latidos del corazón también se puede conseguir con la famosa pastilla de los oradores.
La Inteligencia Interpersonal
Miremos ahora a nuestro exterior, en este caso la inteligencia interpersonal nos sirve para detectar que sienten los demás. Nos ayuda a ser empáticos y a ponernos en la piel del otro. Una buena dosis de inteligencia interpersonal y tenemos casi garantizado el éxito social y por extensión el profesional.
Para poner en práctica la inteligencia interpersonal en una relación bis a bis con cualquier teléfono lo primero que tenemos que hacer es mostrar un sincero interés por el otro. Para ello hay que invitarle a que sea él quien hable y si tiene poca iniciativa procedemos a preguntarle por él o por las cosas que sabemos o intuimos que le importan. Las personas están deseosas de ser escuchadas. Esto les hace sentirse importantes. Mirar a los ojos con amabilidad y sin incomodar, una permanente sonrisa si lo que nos cuentan no es dramático y un gesto de estremecimiento si lo es, le invita a nuestro interlocutor a continuar hablando y abriéndose hacia nosotros. Interrumpirle de vez en cuando con alguna pregunta que demuestre que nos estamos enterando perfectamente de los que nos dice le afianzará en su elocución.